Llevas toda la semana dándole vueltas, no sabes si llegas lo suficientemente preparado para la competición, no sabes si serás capaz de aguantar el ritmo que tu ego te ha marcado y que después tu falta de confianza, se ha encargado de bajar. No sabes nada. No sabes si el último dolor que tienes en el isquio te dejará correr en plenas condiciones; no sabes si hará demasiado calor para poder ir dándole gas sin miramientos; no sabes cómo va a reaccionar tu cuerpo después de una semana dura de trabajo. No sabes nada y lo quieres todo.
Es tu gran cita, esa que has estado preparando, esa que te ha hecho madrugar y trasnochar, volar y arrastrarte, reír y gritar, madurar y evolucionar. Pero que ahora te tiene inmerso en un mar de dudas, tu mente busca excusas por si no das la talla, busca motivos para lamerte las heridas, busca ser condescendiente, busca que te pongas de su lado para que seas autocomplaciente, busca que te engañes a ti mismo.
Pero no, ya no, esa batalla la gane hace tiempo, hoy toca competir y demostrarme que mi mente la manejo yo, y que a partir del disparo de salida va a ser mi aliada, porque aparece mi otro yo, el que le da igual haga frio o calor, haya descansado o no, le duela algo o no, porque ese yo busca el desafío físico/mental que supone la competición. Un dorsal no te da alas, te las das tu mismo al exigirte mínimo el 100%.
Debes de tener siempre preparada la respuesta a la pregunta que en un momento dado tu mente te lanzara para intentar convencerte: «¿Qué hago aquí, sufriendo?» Haces lo que te gusta, demostrarte que eres competitivo contigo mismo y que disfrutas siéndolo.
Cuando tu otro yo, se exterioriza mas allá de las carreras, prepárate, porque no habrá quien te pare.
Busca tu OTRO YO, todos tenemos el nuestro
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